�Miren! �El P�jaro!
Nelson Bond
El Ave del Tiempo apenas tiene luz para el vuelo
y ��mira!� ya sus alas est� tendiendo al cielo.
Fitzgerald-Rub�iy�t
No s� por qu� me molesto en escribir esto. Es indudable que es el texto m�s in�til que he escrito en el curso de mi carrera, dedicada a inundar resmas de pulcras cuartillas con torrentes de frases altisonantes. Pero tengo que hacer algo para mantener mi esp�ritu ocupado y, puesto que he vivido estos sucesos desde el principio, no estar� de m�s que los registre tal como los recuerdo.
Desde luego, el hecho que ahora deje constancia de aquellos primeros d�as no tiene importancia alguna. Aunque, despu�s de todo, en este momento nada importa. No s� por qu� lo hago. Ya no estoy seguro de nada. A no ser que es absurdo que escriba esta historia tan poco importante. Sin embargo, s� que tengo que hacerlo...
Como he dicho antes, viv� estos sucesos desde el principio. �Valiente afirmaci�n! Su principio es algo que queda para el campo de las conjeturas. Depende de c�mo se mida el tiempo. Para algunos comenz� hace cuatro mil a�os... Los que piensan as� son fundamentalistas y partidarios de la cronolog�a de un arzobispo. Quiz�s principi� hace tres mil millones de a�os, afirman los que poseen aquello que, hasta hace unas pocas semanas, se sol�a denominar jactanciosamente �un esp�ritu cient�fico�.
Desconozco la verdad sobre ello, como la desconocen todos pero, en lo que a m� se refiere, todo comenz� hace un mes. Aquella noche nuestro Director Urbano, Smitty, me llam� a su despacho para espetarme una pregunta:
��Sabe algo de astronom�a? �me pregunt� con algo de petulancia.
�Desde luego �le respond��. Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, J�piter, Saturno, Urano, Neptuno y alguno m�s.
��C�mo? �dijo Smitty, frunciendo el ce�o.
�Y Plut�n �record� por fin�. La familia solar. Los planetas seg�n su distancia al Sol. Me pas� un semestre contemplando las estrellas en la escuela. Aunque lo he olvidado en parte.
�Muy bien �respondi� el Dire�. Se ha ganado un encargo. �Conoce al doctor Abramson?
��Qui�n no le conoce? Es el jefe del observatorio de la Universidad.
�Exactamente. Ir� a verle. Seg�n dice, tiene algo muy gordo que comunicarnos.
��En coche? �pregunt� esperanzado.
�Tome un �mnibus.
�Hablando desde el punto de vista astron�mico �indiqu��, un notici�n podr�a significar muchas cosas: un cometa que va a chocar con la Tierra, el calor del Sol que desaparece y nos mata a todos de fr�o...
�El horno no est� para bollos �rezong� Smitty�. Hasta medianoche, los �mnibuses suburbanos pasan cada veinte minutos.
�Por otra parte �musit��, quiz�s haya descubierto alg�n trastorno meteorol�gico causado por los experimentos at�micos. Si todos se dedican a jugar con bombas de hidr�geno...
�Bueno, en coche �suspir� Smitty�. Vaya.
Abramson era un hombrecillo flaco y cetrino, de ojos oscuros y hundidos. Despu�s de estrecharme la mano me indic� una butaca frente a su mesa de roble amarillo, baj� una l�mpara de pie para que su luz no nos molestase y luego cruz� sus dedos blancos y finos, mientras dec�a:
�Le agradezco que haya venido con tal prontitud, se�or...
�Flaherty �le aclar�.
�Pues bien, se�or Flaherty, la cosa sucedi� as�. En nuestra profesi�n no es costumbre divulgar las noticias a trav�s de la prensa. Lo corriente es que publiquemos nuestras observaciones en revistas t�cnicas que s�lo est�n al alcance de los especialistas. Pero esta vez, este sistema no me parece adecuado. Tal vez no ser�a lo bastante r�pido. He visto algo en el cielo... que no me gusta nada.
Yo me entreten�a dibujando garabatos sobre una hoja de papel doblada.
��Qu� ha visto, profesor? �Un nuevo cometa?
�No estoy seguro de saberlo �repuso Abramson� y a�n estoy menos seguro que desee averiguarlo. Pero sea lo que sea, es por completo desusado y lo bastante importante, creo, para autorizarme a dar este paso. Con el fin de obtener confirmaci�n lo antes posible de mis observaciones y de mis temores, me creo en el deber de apelar a los servicios de prensa para difundir esta noticia.
�Todo cuanto valga la pena divulgar y mucho que no merece ser divulgado, �se es el g�nero con que comerciamos �dije�. �Qu� es lo que ha visto, profesor?
�l me dirigi� una mirada sombr�a que dur� un largo minuto. Luego dijo:
�Un p�jaro.
Yo lo mir� sin ocultar mi sorpresa.
��Un p�jaro?
Me ven�an ganas de sonre�r, pero la expresi�n de su mirada no alentaba precisamente al j�bilo.
�Un p�jaro �repiti��, perdido en las profundidades del espacio. Mi telescopio estaba dirigido hacia Plut�n, el planeta m�s alejado de nuestro Sistema Solar. Este cuerpo celeste gravita a m�s de seis mil millones de kil�metros de la Tierra.
�Y a esta distancia �dijo con dolorosa decisi�n�, a esa incre�ble distancia... �He visto un p�jaro!
Apercibi�ndose de mi expresi�n de incredulidad, abri� el caj�n superior de su mesa, extrajo de �l un mazo de copias fotogr�ficas de 18 x 24 cent�metros y las extendi� ante m�.
�V�alo usted mismo.
La primera fotograf�a nada me dijo. Mostraba una secci�n de espacio cubierta de estrellas... la t�pica fotograf�a que aparece en los manuales de astronom�a. Pero en ella se hab�a trazado un rect�ngulo de l�neas blancas. La segunda foto era una ampliaci�n de aquel cuadrado, mostrando la zona escogida. El campo visual era mayor y m�s brillante; mir�adas de estrellas relucientes difund�an un resplandor plateado sobre toda la placa. Sobre aquella nebulosa radiante se destacaba con gran precisi�n de l�neas la negr�sima silueta de un ser que ten�a la apariencia de un p�jaro en pleno vuelo.
Aventur� una indecisa explicaci�n racional:
�Muy interesante. Aunque, seg�n creo, doctor Abramson, se han fotografiado muchas zonas oscuras en el espacio. El Saco de Carb�n, por ejemplo. Y la nebulosa negra de...
�Es cierto �reconoci��. �Pero quiere mirar la siguiente fotograf�a?
Examin� la tercera fotograf�a y sent� por primera vez el fr�o de aquel terror helado que ya no me habr�a de abandonar durante las semanas siguientes. La foto mostraba otra parte de la zona comprendida en la segunda fotograf�a. Pero la silueta negra hab�a cambiado. Lo que aparec�a sobre el fondo de estrellas segu�a siendo el perfil de un p�jaro..., pero su forma era distinta. Un ala que antes estaba alzada aqu� se hab�a abatido; las posturas del cuello, cabeza y pico hab�an sufrido una alteraci�n sutil pero definida.
�Esta fotograf�a �dijo Abramson con voz desprovista de emoci�n� fue tomada cinco minutos despu�s de la primera. Sin tener en cuenta el cambio en la apariencia de la... imagen y considerando �nicamente la posici�n relativa del objeto en el espacio, indicada por el paralaje, he calculado que el objeto que produce esta imagen debe viajar a una velocidad aproximada de doscientos mil kil�metros por minuto.
��C�mo! �exclam��. Eso es imposible. En la Tierra no hay nada que pueda viajar a tal velocidad.
�En la Tierra, no �convino Abramson�. Pero los cuerpos c�smicos s� pueden. Y aunque presente el aspecto de un ser vivo, este objeto o lo que sea no deja de ser un cuerpo c�smico.
�Por eso �prosigui� con displicencia�, le he pedido que viniese. Esto es lo que quiero que cuente. �Comprende ahora por qu� no podemos perder ni un minuto?
�Puedo escribir un art�culo �dije�, pero nadie lo creer�.
�Quiz�s no lo crean... por un tiempo. Sin embargo, hay que divulgarlo. De momento, el p�blico quiz� se r�a. Pero otros observatorios comprobar�n mi descubrimiento y llegar�n a las mismas conclusiones que yo. Esto es lo importante. Sin miedo a las consecuencias, sean �stas las que sean, debemos saber la verdad. El mundo tiene derecho a saber la amenaza que se cierne sobre �l.
��Amenaza? �Cree usted que existe una amenaza?
�l asinti� lenta y deliberadamente.
�S�, Flaherty; s� que existe. Es esas fotograf�as hay algo que usted no ha visto, pero que cualquier matem�tico deducir�a instant�neamente: que esa cosa... p�jaro, bestia, m�quina o lo que sea... sigue un rumbo previsible. Y este rumbo la lleva directamente hacia... �el Sol!
Mi entrevista con el sabio dej� completamente desconcertado a Smitty. La ley� con rapidez, refunfu��, volvi� a leerla, m�s despacio y con la frente arrugada. Luego cay� como una tromba sobre mi mesa.
�Vamos, Flaherty �me dijo con tono quejoso e indignado�. �Qu� es todo esto? �Qu� demonios significa?
�Es una noticia �le dije�. Usted me envi� por ella. Es lo que me cont� Abramson.
�Ya lo s�. Pero..., �un p�jaro! �Qu� historia es esa?
Yo me encog� de hombros.
�Francamente, no lo s�. El doctor Abramson la consider� importante. �Y si el pobre se hubiese vuelto loco? Quiz�s tiene un roc en la cabeza.
Esto �ltimo era demasiado sutil para Smitty. Se rasc� la nariz con la punta de un l�piz mientras mascullaba algo muy poco cort�s respecto a los astr�nomos en general y Abramson en particular.
�Supongo que no tendremos m�s remedio que publicarlo �dijo�. Pero no tengo el menor deseo de hacer el rid�culo. As� es que dele usted un tono festivo y ligero. As� estaremos a salvo si intentan tomarnos el pelo.
Esto es lo que hicimos. Lo publicamos en una p�gina interior sin omitir nada y con las fotograf�as de Abramson, como un art�culo especial, de tono ligeramente humor�stico, aunque sin burlarnos abiertamente de �l. Despu�s de todo, era el director del Observatorio. Pero tocamos con sordina todo el lado cient�fico. Redact� de nuevo aquel cuento incre�ble en el estilo que solemos utilizar para dar informes sobre platillos volantes y hablar de la serpiente de mar.
Desde luego, este tono no era el m�s adecuado para que se lo tomasen en serio. Mas, para ser justos con Smitty, �c�mo pod�a �l saber que aquel cuento acabar�a con todos los cuentos? �Que ser�a el mayor notici�n period�stico de su vida o de la de cualquier otro periodista?
Que el lector piense en la primera vez que lo ley� y sea sincero. �Se imaginaba, entonces, que aquello era cierto y que hab�a que aceptarlo como el evangelio?
Pronto comprobamos nuestro error. La reacci�n producida por aquella disparatada historia fue r�pida y sorprendente. Apenas llevaba una hora el Informativo en las calles cuando nuestros tel�fonos comenzaron a sonar.
Esto, en s�, no era raro. Cualquier art�culo fuera de lo corriente destapa una docena de chiflados. Debemos descontar la confirmaci�n aportada por un astr�nomo aficionado local que nos comunic� haber comprobado la veracidad de la observaci�n de Abramson. Esta informaci�n, posiblemente seria, se vio sepultada bajo una docena de informes igualmente sinceros, pero a los que hab�a que prestar mucho menos cr�dito, procedentes de otros tantos �testigos� visuales que tambi�n aseguraban haber visto un ave gigantesca que cruzaba los cielos durante la noche. La mitad de estos comunicantes describ�an las caracter�sticas del ave; uno de ellos aseguraba incluso haber o�do su llamado.
Dos antiguos localizadores de aviones pertenecientes a la defensa civil nos llamaron para identificar el objeto como un B-29 y un Super-reactor ruso. Aunque ambas identificaciones no coincid�an, sus autores las presentaban con igual aplomo. Un miembro de la Sociedad Audubon identific� el p�jaro con una figura de color rub� que, en su opini�n, alguien hab�a situado ante el telescopio cuando funcion� la c�mara fotogr�fica. Un predicador ambulante de un oscuro culto se present� en nuestra redacci�n para informarnos con gozo salvaje que aqu�l era el aut�ntico p�jaro profetizado en el Libro de las Revelaciones y que el fin del mundo sonar�a de un momento a otro.
Estos eran los chiflados. Pero lo que resulta extra�o es que las llamadas que llegaron a nuestra redacci�n durante las pr�ximas veinticuatro horas no proviniesen de desequilibrados ni fan�ticos. Algunas eran de gran importancia, no s�lo para sus instigadores, sino para el mundo cient�fico y la Humanidad en general.
Hab�amos enviado un extracto de la noticia a la Associated Press. Con gran asombro por nuestra parte, esa agencia nos solicit� inmediatamente m�s material informativo, incluyendo copias de las fotograf�as de Abramson. Las grandes revistas nacionales se mostraban a�n m�s ansiosas. Enviaron por avi�n a sus redactores a la capital y hab�an pedido a Abramson una segunda versi�n de su relato, antes que nosotros pudi�semos darnos cuenta que hab�amos lanzado la noticia m�s sensacional del a�o.
Entretanto, y lo que es a�n m�s importante, los astr�nomos esparcidos por todo el mundo enfocaron sus telescopios a la zona donde el Doctor Abramson hab�a localizado el extra�o objeto. Y antes de veinticuatro horas, para gran consternaci�n de aquellos que, como Smitty y yo, hab�amos considerado aquello como una broma descomunal, empezaron a llegar confirmaciones de todos los observatorios que gozaban de buenas condiciones para la observaci�n. Por si a�n fuese poco, los matem�ticos comprobaron los c�lculos de Abramson acerca de la velocidad y trayectoria del objeto. El p�jaro, cuyo tama�o, seg�n los c�lculos, era mayor que el de cualquier planeta del Sistema Solar, se hallaba en la proximidades de Plut�n... y se acercaba al Sol a una velocidad de m�s de doscientos millones de kil�metros por d�a.
A fines de la primera semana, el p�jaro era visible a trav�s de un telescopio mediano. La historia fue creciendo como una bola de nieve que al rodar se llevaba todo cuanto encontraba a su paso. Un sujeto que se present� como miembro de la Sociedad Forteana se present� a nuestra redacci�n blandiendo un mamotreto en el que nos se�al� una docena de p�rrafos que, seg�n �l, demostraban que objetos similares se hab�an visto en el cielo sobre diversos lugares del mundo, en un per�odo que abarcaba varios centenares de a�os.
El Comit� central de la P.T.A. public� un quejumbroso manifiesto en el que lamentaba la existencia del periodismo sensacionalista y su funesto efecto sobre la juventud de nuestra patria. Las Hijas de la Revoluci�n Americana aprobaron una resoluci�n seg�n la cual se calificaba a la extra�a imagen como una nueva arma secreta de los dirigentes del Kremlin, pidiendo que se tomasen medidas inmediatas �indefinidas pero dr�sticas� por parte de las autoridades. Una junta especial de la Asociaci�n local de Cl�rigos nos visit� para advertirnos que la patra�a que hab�amos puesto en circulaci�n minaba la fe religiosa de la comunidad; nos pidieron que public�semos una retractaci�n completa en nuestro pr�ximo n�mero.
A aquellas alturas, esto constitu�a ya una completa imposibilidad. Antes de terminar la segunda semana, bastaban unos gemelos para ver aquella mancha negra en el cielo. A medianoche de la tercera semana se la pod�a distinguir a simple vista. En las calles se formaron compactos grupos cuando esto se supo y, los que estaban dotados de una vista de lince, aseguraban distinguir el r�tmico batir de aquellas tremendas alas, que entonces eran ya familiares a todos debido a las docenas de fotograf�as que se hab�an publicado en todos los peri�dicos y revistas de alguna importancia.
El cadencioso batir de aquellas alas monstruosas era uno m�s de los misterios inexplicables �o inexplicables por el momento� que rodeaban a aquel ser del m�s all�. Por m�s que se esforzaban los f�sicos por asegurar que de nada sirven las alas en el vac�o y que el vuelo alado s�lo es posible donde existen corrientes a�reas sustentadoras, el hecho es que el p�jaro volaba. Si aquellas alas colosales se agitaban, como algunos cre�an, en una atm�sfera interestelar desconocida para la ciencia terrestre, o si bat�an sobre rayos de luz o haces de cuantos, como otros pretend�an, esto no eran m�s que bagatelas ante aquel �nico hecho firme e incontrovertible: el p�jaro volaba.
Al comenzar la cuarta semana, el ave del espacio alcanz� J�piter y lo empeque�eci�... era un siniestro intruso negro, igual en tama�o a cualquiera de los vecinos c�smicos que el hombre conoc�a.
Abramson y yo est�bamos a solas en su despacho. El astr�nomo estaba fatigado y me pareci� que algo enfermo. Su sonrisa era precaria y sus palabras hab�an perdido su viveza y animaci�n.
�Bueno, ya tengo lo que quer�a, Flaherty �admiti��. Quer�a una acci�n pronta e inmediata... y ya la tengo. Aunque no puedo imaginar para qu� nos servir�. El mundo reconoce el peligro en que se halla, pero se ve impotente para conjurarlo.
�Ha atravesado el cintur�n de asteroides �dije� y ahora se aproxima a Marte, sin dejar de avanzar hacia el Sol. Todos se preguntan por qu� su presencia en el interior del Sistema Solar no altera las leyes de la mec�nica celeste. Seg�n dichas leyes, debiera haber producido un verdadero cataclismo. Un ser de ese tama�o, con su fuerza de atracci�n...
�Desecha los viejos conceptos, muchacho. Ahora nos enfrentamos con algo nuevo y extra�o. �Qui�n conoce las leyes que gobiernan al P�jaro del Tiempo?
��El P�jaro del Tiempo? Me parece recordar esa frase.
�Claro. �Con voz l�gubre cit��: �El Ave del Tiempo apenas tiene luz para el vuelo y, �mira!..., ya sus alas est� tendiendo al cielo�.
�Eso es de los Rub�iy�t �dije, acord�ndome de pronto.
�S�. Como usted sabe, Omar era astr�nomo adem�s de poeta. Debi� de saber, o conjeturar, algo de esto. �Abramson indic� el cielo con un gesto�. A decir verdad, muchos antiguos parec�an saber algo sobre esto. Durante estas �ltimas semanas he realizado muchas averiguaciones, Flaherty. Es sorprendente el n�mero de referencias que se hallan en antiguos textos acerca de una enorme ave del espacio... referencias que hasta hace poco no parec�an tener mucha importancia, pero ahora encierran un significado grav�simo.
��Puede citarme algunas?
�Son principalmente mitos y leyendas. Existieron en un centenar de razas desaparecidas. El mito maya de la golondrina del espacio, el Quetzalcoalt tolteca, el p�jaro de fuego ruso, el f�nix de los griegos.
�A�n no sabemos si es un p�jaro �arg��.
�l se encogi� de hombros.
�Poco importa que sea un p�jaro, un mam�fero gigante, un pterod�ctilo o cualquier otro ser semejante construido a escala c�smica. Quiz� sea una forma biol�gica ajena a todo cuanto conocemos, algo que s�lo podemos intentar describir en t�rminos terrestres mediante analog�as conocidas. Los antiguos le llamaron p�jaro. Los fenicios rend�an culto �al p�jaro que era y volver� a ser�. Los persas se refirieron al fabuloso roc. Existe una leyenda aramea sobre el ave gigantesca que gobierna y engendra mundos.
��Engendra a los mundos?
��Qu� otra cosa podr�a motivar su venida? �inquiri� el sabio�. �Es que no le dice nada su enorme tama�o? �Me dirigi� una pensativa mirada antes de a�adir�. �Flaherty, qu� es la Tierra?
La extra�a pregunta me sorprendi�.
�Pues el mundo en que vivimos. Un planeta.
�S�. Pero, �qu� es un planeta?
�Una unidad del Sistema Solar. Un miembro de la familia del Sol.
��Est� usted seguro? �O se limita a repetir de memoria lo que le ense�aron en la escuela?
�S�, repito lo que me ense�aron. �Pero qu� otra cosa puede ser?
�Nuestro globo �me respondi� �l a rega�adientes� pudiera no formar parte de la familia solar. Se han esbozado muchas teor�as, Flaherty, para explicar la existencia de la Tierra en este min�sculo segmento del universo que llamamos el Sistema Solar. Ninguna de ellas puede demostrarse que sea falsa. Mas por otra parte, tampoco puede demostrarse que sean ciertas.
�Para empezar, tenemos la hip�tesis nebular; la teor�a seg�n la cual la Tierra y sus planetas hermanos nacieron al contraerse el Sol. En realidad, eran peque�os gl�bulos de materia solar que se enfriaron en �rbitas abandonadas por su progenitor, que al condensarse se contra�an. Un �ltimo retoque de esta teor�a nos convierte en el producto de materiales procedentes de un sol gemelo al nuestro.
�Las teor�as planetesimales y de las mareas est�n basadas en la presunci�n que, en tiempos remot�simos, otro sol pas� rozando al nuestro y que los planetas son los reto�os de aquel antiguo y ardiente encuentro en el espacio.
�Cada una de estas teor�as tiene sus partidarios y sus detractores; cada una tiene sus comprobantes y sus dificultades. Ninguna de ellas puede demostrarse o refutarse totalmente.
�Pero... �y se agit� inquieto� existe otra posibilidad que, por cuanto he podido saber, nunca ha sido abordada, pese a que es tan v�lida como una cualquiera de las que he mencionado. Y a la luz de lo que ahora sabemos, me parece m�s probable que cualquier otra.
�Seg�n esta teor�a, ni la Tierra ni los restantes planetas tendr�an nada que ver con el Sol. Ni forman ni han formado parte jam�s de su familia. El Sol no ser�a m�s que una comodidad puesta en el espacio.
��Una comodidad? �pregunt� con el ce�o fruncido�. �Una comodidad para qui�n?
�Para el p�jaro �respondi� Abramson sin la menor alegr�a�. Para el gran p�jaro que es nuestro progenitor. Imag�nese usted, Flaherty, que el Sol no es m�s que una incubadora c�smica. Y que el mundo sobre el que vivimos no es m�s que... un huevo.
Le mir� de hito a hito.
��Un huevo? �Qu� cosa tan fant�stica!
��Le parece fant�stica? Pues mire esas fotografias, lea los art�culos de los peri�dicos, vea con sus propios ojos c�mo se aproxima el p�jaro y despu�s de esto diga: �puede existir algo m�s incre�ble a�n que lo que nos est� sucediendo?
��Pero un huevo! Los huevos tienen una forma caracter�stica, ovoide.
�Los huevos de algunos p�jaros, s�. Pero los del chorlito tienen forma de pera, los de la ganga son cil�ndricos y los del somormujo son bic�nicos. Hay huevos en forma de huso y de lanza. Los huevos de los b�hos y de los mam�feros son generalmente esferoides. Como lo es la Tierra.
��Pero los huevos tienen c�scara!
�La Tierra tambi�n. La corteza terrestre s�lo tiene un espesor de sesenta y cinco kil�metros... grosor que, para un cuerpo de su tama�o, es comparable totalmente al que tiene el cascar�n de un huevo. Adem�s, es un cascar�n liso. La mayor altura terrestre est� constituida por el Monte Everest, con ocho mil metros y algo m�s; su mayor profundidad es la fosa de las Carolinas en el Pac�fico, con cerca de once mil. Una variaci�n m�xima de menos de veinte kil�metros. Para notar estas irregularidades en un modelo a escala reducida de la Tierra se requerir�a el tacto delicad�simo de un ciego, pues ni la mayor altura ni la mayor profundidad ser�an apenas perceptibles.
�Sin embargo �dije con desesperaci�n� no es posible que tenga usted raz�n. Ha pasado por alto el hecho m�s importante. �Los huevos contienen vida! Los huevos albergan los embriones del ser que los engendr�. Los huevos se resquebrajan y...
Me interrump� s�bitamente. Abramson asinti�, balance�ndose en su vieja y crujiente silla giratoria, que cruj�a al comp�s de su mon�tono adem�n de asentimiento. Hab�a tristeza en su mirada y en su voz cuando dijo cansadamente:
�Aun as�. Aun as�...
As� fue como lanc� mi segundo art�culo sensacional. A�n fui lo bastante est�pido como para tratar de quitarle importancia; ahora no lo hubiera hecho. Aunque ahora todo me parece distinto. Creo que el lector me comprender�. La llegada del p�jaro fue algo tan extraordinario, tan descomunal, que empeque�eci� e hizo parecer insignificante todo lo que antes nos parec�a grande, importante y capaz de hacer temblar al mundo.
�Capaz de hacer temblar al mundo!
Ser� breve. Ya s� que relatar esta historia es perder el tiempo. Sin embargo, es posible que en ella existan algunos hechos aislados que el lector no conozca. Y, adem�s, tengo que hacer algo, lo que sea, para dejar de pensar.
El lector recordar� aquella f�nebre cuarta semana y la manera como el p�jaro se iba acercando inexorablemente. Entonces fue cuando se resolvi� llamarlo p�jaro. Nadie estaba seguro de si era un ave u otro tipo de animal alado, pero los hombres est�n acostumbrados a dar nombres familiares a las cosas. Y aquella esbelta forma negra de tremendas alas, patas provistas de espolones y un pico largo, cruel y encorvado, parec�a m�s un p�jaro que otro animal cualquiera.
Adem�s, hab�a que tener en cuenta la teor�a de Abramson sobre el mundo-huevo. El p�blico, al conocerla, la puso en duda con la furiosa esperanza que fuese falsa..., pero temiendo en el fondo que fuera cierta. Importantes personajes preguntaron qu� se pod�a hacer. Consultaron a Abramson y �ste les dio su consejo, reconociendo que pod�a equivocarse. Pero si ten�a raz�n, s�lo hab�a una esperanza de salvaci�n: la vida que albergaba la Tierra en su seno deb�a ser extinguida.
Ante un comit� especial nombrado por el presidente para hacer frente a la situaci�n, Abramson dijo:
�Es mi creencia que el p�jaro ha venido para buscar su cr�a, encerrada en el huevo que deposit� Dios sabe cu�ntos millones de a�os hace, junto a esa c�lida incubadora que es nuestro Sol. Su sabidur�a o su instinto le dice que ha llegado el momento en que el polluelo debe romper el cascar�n, y ha venido para ayudar a su cr�a a salir de su encierro.
�Pero sabemos que las hembras de los p�jaros no rompen por s� solas el cascar�n de sus huevos. Se limitan a ayudar al polluelo a salir de su cascar�n, pero ellas nunca iniciar�n la acci�n liberadora. Provistas de un curioso sentido, parecen saber cu�les son los huevos que no albergan vida en su interior, para apartarse de ellos sin tocarlos.
�Aqu�, se�ores, reside nuestra �nica esperanza. La corteza terrestre tiene un espesor de sesenta y cinco kil�metros. Disponemos de nuestros ingenieros y t�cnicos; tenemos tambi�n la bomba at�mica. Si la Humanidad tiene que vivir, el hu�sped del que nosotros solamente somos unos par�sitos debe morir. Esta es la soluci�n que ofrezco. El resto os compete a vosotros.
Los dej� enzarzados en sus discusiones en el Capitolio de Washington y regres� a su casa. Seg�n me dijo al d�a siguiente, abrigaba pocas esperanzas en que se llegase a un acuerdo concreto con tiempo suficiente. Creo que Abramson, por lo que pude ver, ya se hab�a resignado a lo inevitable, entregando con una triste sonrisa a la Humanidad a su suerte. Una vez me dijo que la burocracia hab�a llegado a su final, sentenci�ndose a muerte con su propio papeleo.
Entretanto, el p�jaro segu�a avanzando hacia el Sol. Al d�a vig�simoctavo alcanz� su mayor proximidad con la Tierra y pas� de largo. Ni yo s� ni los cient�ficos pudieron explicar por qu� nuestro globo no salt� en pedazos a consecuencia de la atracci�n de aquella masa gigantesca. Quiz�s porque la ley de Newton no pasa de ser una teor�a, sin aplicaci�n pr�ctica. No lo s�. Si hubiese tiempo, valdr�a la pena examinar de nuevo los hechos y descubrir la verdad acerca de �sta y otras cosas. Sea como fuere, la verdad es que sufrimos muy poco a causa de su proximidad. Hubo grandes mareas y fort�simos vendavales; las partes de la Tierra propensas a terremotos experimentaron algunos ligeros temblores. Y ah� termin� todo.
Entonces conseguimos una especie de tregua. Todo el mundo se acuerda de c�mo el p�jaro se detuvo en su vuelo inalterable para cernerse durante dos d�as enteros sobre el menor de los planetas de nuestro sistema... el que llamamos Mercurio. En realidad, parec�a como si buscase algo, volando en amplio c�rculo entre Mercurio y el Sol.
Abramson opinaba que buscaba algo, algo que no pod�a encontrar porque ya no se encontraba all�. Seg�n dijo Abramson, unos astr�nomos cre�an que en otros tiempos hubo un planeta que giraba entre Mercurio y el Sol. Algunos observadores del cielo lo vieron hasta fecha tan reciente como el siglo XVIII, llam�ndolo Vulcano. Este planeta hab�a desaparecido; quiz�s cay� en el Sol, seg�n opinaba Abramson. Y �sta es tambi�n la conclusi�n a que pareci� llegar el p�jaro, porque tras una in�til b�squeda, se alej� del Sol para acercarse al m�s pr�ximo de sus reto�os que a�n permanec�a intacto.
�Debo recordar aqu� lo que sucedi� aquel d�a espantoso? Creo que no, pues ning�n hombre viviente olvidar� jam�s lo que vio entonces. El p�jaro se aproxim� a Mercurio, deteni�ndose para cernerse inm�vil sobre un planeta que parec�a una simple mota bajo la sombra de aquellas alas gigantescas. En las calles, los hombres lo vieron. Yo lo vi con mayor detalle, porque estaba junto a Abramson en el observatorio de la Universidad, observando la escena con ayuda de un telescopio.
Vi la primera y delgada grieta que corri� por la superficie de Mercurio, y el curioso licor fluido que rezumaba de aquel mundo moribundo. Observ� la espeluznante eclosi�n de aquel ser peque�o, h�medo y huesudo �grosero simulacro de su monstruosa madre�, del huevo en el que hab�a permanecido durante un per�odo de tiempo incalculable, pues tan largo era el per�odo de gestaci�n de un ser tan vasto como el espacio y tan antiguo como el tiempo. Vi como la madre tend�a su gigantesco pico para ayudar a su cr�a a librarse de su cascar�n, ya innecesario; me qued� horrorizado al ver salir de �l al monstruoso engendro que agit� t�midamente sus alas a�n inseguras, sec�ndolas bajo los rayos abrasadores del astro que fue su incubadora.
Y vi como los desgarrados jirones de un mundo ca�an en espiral hacia el sol, que se convirti� en su pira mortuoria.
Fue entonces cuando finalmente la Humanidad se decidi� a entrar en acci�n. Los que a�n dudaban terminaron por convencerse, los que pon�an objeciones al plan de Abramson, so pretexto de �gastos innecesarios� y proyectos disparatados, fueron reducidos al silencio. Quedaron olvidados ego�smos y ambiciones, diferencias pol�ticas y luchas internas. El mundo condenado tembl� al borde del abismo... y una raza de par�sitos decidi� vender caras sus vidas.
En las grandes llanuras des�rticas de Norteam�rica se erigi� fren�ticamente el complicado mecanismo que deb�a realizar el m�s grande proyecto de la Humanidad... la Operaci�n Vida. Llegaron hasta aquel desierto mineros, ingenieros, constructores, f�sicos nucleares, t�cnicos en operaciones de perforaci�n y sondeo. Todos juntos comenzaron su tarea, trabajando noche y d�a con una celeridad que hasta entonces se hab�a considerado imposible. All� siguen trabajando en estos momentos, en este preciso instante, mientras yo escribo estas l�neas. Luchan con desesperaci�n para ganar un segundo, se esfuerzan por todos sus medios y recursos para alcanzar y destruir, antes que venga el p�jaro, la vida que alberga nuestro mundo.
Hace una semana el p�jaro se traslad� a Venus. Durante estos siete d�as hemos observado su progreso. No podemos ver gran cosa a trav�s del velo de brumas eternas que rodea a nuestro planeta hermano, as� que no sabemos en qu� ha estado ocupado el p�jaro durante un tiempo que nos ha sido precioso. Sea lo que sea lo que le ha retenido, estamos contentos de su demora. Esperamos y vigilamos. Y mientras vigilamos, no dejamos de trabajar. Y mientras trabajamos, elevamos nuestros ruegos al Cielo...
As� es que no puedo hablar propiamente de un fin de este relato. Como ya he dicho m�s arriba, no s� por qu� me molesto en escribirlo. La soluci�n a�n no est� preparada. Si triunfamos en nuestro empe�o, habr� tiempo m�s que suficiente para referirlo todo con detalle... el relato completo y bien documentado de la batalla que actualmente se libra en los c�lidos arenales de Arizona. Y si fracasamos... entonces este relato ya no tendr� ninguna raz�n de ser, pues no habr� nadie para leerlo.
Lo que m�s inquietud nos causa no es precisamente el p�jaro. Si cuando venga desde Venus encuentra aqu� un cascar�n silencioso e inanimado, pasar� de largo, seg�n creemos y esperamos, en direcci�n a Marte, a J�piter y los mundos exteriores.
Esperamos que as� todo termine felizmente. Muy pronto nuestros taladros atravesar�n la corteza terrestre, para penetrar m�s all� de ella y clavarse en los tegumentos del monstruo que dormita en el seno de nuestro mundo.
Mas otra inquietud nos atormenta. �Y si, antes que la madre se aproxime, su cr�a se despierta y trata de liberarse del cascar�n que lo aprisiona? Si tal cosa ocurriese, nos ha advertido Abramson, nuestro trabajo debe proseguirse con la celeridad del rayo. En cuanto la cr�a comience a golpear, hay que matarla... o de lo contrario la suerte de la Humanidad est� echada.
Y he aqu� la otra raz�n que me impele a escribir: Para evitar que me asedien pensamientos que no quiero o�r. Porque...
Porque a primeras horas de esta ma�ana se han empezado a escuchar golpes en la tierra...
F I N
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